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Tras las huellas de «Ajedrez»

Tras las huellas de «Ajedrez»

Silvia Girón, una gran amiga mía, preocupada por la curiosidad insaciable y natural de su pequeño sobrino Esteban por aprender a jugar ajedrez, me pidió una sugerencia sobre cómo ayudarla en esta tarea.

La inquietud de mi amiga (que por cierto no sabe jugar ajedrez, pero que tampoco eso es un delito) me ha motivado el deseo de ir tras los pasos de la palabra ajedrez.

La historia dice que griegos, romanos, persas, egipcios y árabes lo conocieron. Los historiadores creen que el ajedrez surgió en el Indostán, de cuya época sólo nos ha quedado la palabra chaturanga, con la que nos referimos a las cuatro alas (se dice angas) del ejército indio: infantería, carros, elefantes y caballos.

Pero hay otra versión: la del poeta y cronista persa Firdusi, quien nos cuenta que el chaturanga habría llegado a Persia (lo que hoy ubicamos en el mapa como Irán) hace mil quinientos años, o sea, 15 siglos.

El chaturanga sufrió cambios: dejó de jugarse con dados y su nombre se convirtió en chatrang, al que los árabes llamarían después shatranj. Y cuando este juego llegó a España, allá se convirtió en axatraz y más tarde axedrez; bautizado así por Ruy López de Segura en su Libro de la invención liberal y arte del juego de axedrez, publicado hace 446 años, es decir, en 1561.

Pero de Irán nos llegó la mayoría de los nombres de las jugadas del ajedrez. Sha mat, quiere decir «jaque mate», y en español, «rey derrotado» o «el rey ha muerto».

Roque quiere decir torre. Y el origen de este término viene de la palabra persa rukh, que en español significa roca. Luego, los árabes nombrarían así a sus carros de guerra. He ahí el origen de enroque; jugada que nos sirve para proteger al rey con la torre de ataques enemigos. Los alfiles, a los que mi sobrina Alessandra llama deprimidos por la expresión de tristeza que siempre llevan, vendrían a simbolizar a los elefantes, es decir, el ala de los guerreros.

Pero esto que acabo de contar, creo que no le servirá a mi amiga Silvia, preocupada –como dije antes– porque el pequeño Esteban, de seis años, aprenda a jugar ajedrez. Para estos casos, lo mejor sería actuar de acuerdo a la edad del niño. Observemos, con cuidado, si el ajedrez le interesa más que cualquier otro juguete.

 

De ser así, alguien de la familia debería enseñarle. Y si es que no hay nadie –y de acuerdo a las posibilidades económicas del hogar– convendría pedirle a un instructor o a un amigo o amiga que le enseñe al niño a jugar ajedrez.

 

Es mejor evitar decirles a los pequeños que el ajedrez es un juego para personas inteligentes. Podemos acomplejarlos o despertar en ellos arrogancias nada aconsejables a su edad. Lo mejor es alentarlos a participar.

 

Ya después aprenderán que en este juego, a diferencia de las cartas o de los dados, no existe la palabra suerte, sino estrategia; es decir, cómo atacar al enemigo y luego vencer.

 

Pero la palabra estrategia será motivo de un siguiente artículo.

Fuente foto wikipedia.org

 

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